domingo, 5 de febrero de 2012

Crónicas del Milenio: Júpiter y Saturno, amor desde la más tierna Edad

Aquel día había sido bastante más agitado de lo que se hubiera esperado jamás. Lo que le causaba algo de gracia a pesar del momento de tensión que había pasado. Una riza profunda salió de los masculinos labios del monarca de piel morena mientras miraba por su ventana el cielo y las fuertes ramas de los árboles de palacio. Nadie le podría haber aventurado lo que había sucedido aquel día ni menos lo que seguiría pasando en el futuro con lo que se había puesto en marcha.

Un par de golpecitos en la puerta llamaron su atención que había estado ligeramente dispersa, antes de oír esa voz que conocía tan bien. Solo dio permiso para ver a los segundos la delgada y sana figura de su hijo, aquel pequeño príncipe inquieto, espontáneo y querido.

El que había causado casi un cataclismo ese mismo día.

- ¿Padre? – podía notarse esa mirada prevenida de cachorro, aunque con la firmeza de la sangre noble en sus venas. Esa mezcla que al propio rey enorgullecía tanto y le robaba una sonrisa cada vez que lo veía.

Zeus lo observó benevolente antes de hacerle un gesto con su mano para que se acercara y así le sonrió cundo esos pasitos se apresuraron a su encuentro, rodeando el escritorio que tenia el mayor. El pequeño moreno observaba atento a su padre con esos grandes ojos azules reflejando como unas lagunas los ambarinos de su progenitor.

- Ven Aquí – dijo tomándolo en brazos para que se sentara en sus piernas. – Vaya día hemos tenido… - comento divertido ante esa mirada curiosa.

- ¿Acaso hice algo mal? – preguntó con ese gesto de seriedad que parecía impropio de ese pequeño cuerpecito. Por lo que le acarició esa cabecita de lacios y largos cabellos negros.


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No era precisamente inusual las visitas y reuniones entre los Reyes del sistema solar, más aún siendo Júpiter el ultimo del sistema solar interior y Saturno el primero del sistema sola exterior, las conversaciones y revisiones de la tranquilidad frente a cualquier problema eran continuas. Generalmente por mero protocolo y para comparecer en algunas opiniones que se tenían.

Lo diferente en esta ocasión era que por primera vez el príncipe de Saturno, Alexis, iría con su padre a la visita. Por ello Zeus le había encargado especialmente a su hijo que le mostrar los alrededores de Titania, los jardines y el lago cercano. Era conocido en los reinos la dificultad de aquel pequeño para controlar su poder y con ello la inevitable soledad que le rodeaba, pero creía que esa sería una buena oportunidad para que sociabilizaran, algún día el futuro de sus pueblos estarían en manos de esos niños.

No se hubiera esperado que una vez Maximilian viera a Alexis entre el comité, adoptara un pequeño sonrojo y esa expresión de fascinación que nunca había visto antes. Aquello solo había sido el principio de ese día.

El Rey de Amazonía había tenido que convencer con amabilidad, que los niños pudieran quedar libres. Recién tenían nueve años para involucrarse en política, además era bueno que conocieran a a la gente de sus vecinos. Que el joven Saturniano conociera el modo de vida de los jupiterianos podría ser bueno en su educación, aunque claro estaba seguro de que aquello sería entre juegos de los niños y muchas rizas... el mejor modo en que un niño podía aprender.

El par de infantes no tardó en irse por su cuenta, mientras los adultos debían seguir con sus deberes. Max le había convencido de que se acercara a él para que fueran a ver a una manada de lobos que eran amigos del príncipe de piel morena. De aquel modo y con su característica amabilidad se fue acercando a aquel niño tan lindo, a ese que tenía esa mirada que tanto le llamaba la atención. Tomándole de la mano en algunas ocasiones para guiarlo por lo árboles para treparlos. Llevándolo a los campos frutales para ir a buscar algunas cosas de comer, donde el jugo de aquellos frutos corría por esas lozanas pieles inocentes con la normalidad de cualquier otro niño.

Le mostraba la belleza de la vida simple, de lo que tenían allí y la compañía grata de los animales y aves, por horas y horas, con el viento y el sol como compañías ineludibles. Sintiendo el joven príncipe de ojos aguamarina como su pecho se hinchaba de felicidad al poder pasar ese tiempo con él, deseando que el día nunca terminara. Alex era demasiado especial, con sus pocos añitos podía verlo entre esa mirada que podría parecer algo temerosa por sus propias capacidades aún sin control. Aquello mismo que le hacia desear poder cuidarlo y estar con él, pero las horas habían terminado y era necesario regresar al palacio para asearse. Probablemente los nobles de saturno se habían sorprendido de ver a su príncipe tan sucio por la compañía de aquel pequeño salvaje.

Y claramente esa no sería la única sorpresa de ese día. A la hora de despedirse y en medio de la charla de los adultos, como si nadie más los fuera a escuchar… o más bien como si no importara que nadie más los pudiera oír Max habló con total seguridad.

- ¿Te quieres casar conmigo cuando seamos más grandes? – Pregunto directo y con un pequeñísimo sonrojo antes de respirar profundo frente a la mirada impresionada de todos los adultos presentes y él por su parte sin enterarse de que había algunos con claros indicios de que se desmayarían en cualquier momento – Padre dice que cuando uno quiere mucho a alguien y desea compartir toda su vida con esa persona, pues se casan.

La mirada de Alexis se mostraba claramente sorprendida y con algo de incomprensión, había inclinado ligeramente su carita a un lado, como si algo allí no calzara.

- Pues mi padre dice que cuando alguien me bese en los labios será porque se quiere casar conmigo – respondió muy serio con esa carita de duda por lo que había acabado de escuchar - ¿así que lo dices en serio? – preguntó con esos intensos ojos clavados en los del otro niño que pareció sorprendido por aquella revelación.

- Ya veo… - susurró antes de acortar el espacio que los separaba de unos pocos pasos dejándole un tierno y suave beso sobre los labios a aquel niño tan especial, solo un roce casto y dulce, que para los mayores no tenía comparación y los hacía ver todo aquello como lo más surrealista que podía haber - ¿Entonces me darás una oportunidad para poder casarnos cuando seamos grandes? -volvió a preguntar directamente.

El gran señor Hades estaba que se moría de la impresión y a Zeus todo aquello lo había tomado tan por sorpresa que no podía dejar de mirar a esos pequeñines como si fuera alguna clase de sueño bizarro.

- Sí – respondió aquel pequeño pelinegro de pálida piel, con las mejillitas un poco sonrojadas mirando con esos ojos inocentes y calidos.


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- No, no hiciste nada malo, pero son muy pequeños aún – dijo el monarca abrazándolo contra su pecho, acariciando esas suaves hebras de cabello – sigan siendo amigos mientras crecen y ya podrán ver cuando sean más grandes.

- Vale… - susurró mirando por la ventana al cielo en esa dirección que sabía estaría el reino del que era su prometido desde ese mismo día. Para que después de algunos segundos de silencio se reincorporara para poder ver a su padre a la cara - ¿Cuándo lo podré ver de nuevo? -

No era como si se pudiera tomar en serio lo que había pasado aquel día. Solo comprendía que el príncipe de Saturno había causado una impresión en su joven hijo. Demasiado joven aún como para entender a cabalidad lo que había estado proponiendo ese mismo día. Deseaba ver que iba planteando el tiempo con ellos, después de todo eso no podía ser siquiera un enamoramiento infantil. Eran demasiado pequeños aún.

Nadie imaginaría que con el tiempo que transcurriría y a penas con quince años cada uno, ambos príncipes se pararían frente a sus padres para anunciarles que “se casarían después de esos años de compromiso”. Completamente seguros del amor que sentían el uno por el otro.



Nota: Material Aportado por Lissette Parra

1 comentario:

  1. Kyaaaa lo subiste *-*
    aunque no veo la segunda imagen xd, pero a ver si se me siguen ocurriendo cosas ara mandar y... bueno cortito pero con el corazón ^^, a ver si se imaginan a este par de 9 añitos

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